Christopher Nolan, guionista y director
del film, prueba de nuevo -recuérdese que es el responsable de
Memento,
Insomnio (2002),
El truco final y
El
caballero oscuro- que es uno de los cineastas más
creativos de la actualidad. No necesita acudir al 3D -pero sí
a los efectos visuales- para entregar una historia imaginativa, de
increíbles cualidades hipnóticas, sólida en su
compleja arquitectura narrativa, y, para qué negarlo, difícil
de seguir. En tal sentido el mérito es lograr que el
espectador no se pierda demasiado, entienda el meollo de la cuestión
-la tentación de evitar la realidad entreteniéndose en
otros mundos más atractivos pero no verdaderos, al estilo
Matrix- y vibre con la inmersión en el mundo de los
sueños en tres niveles, donde el riesgo de no despertar, y las
soluciones improvisadas a los obstáculos que surgen,
proporcionan muchas emociones. De modo que hasta los pasajes oscuros,
más que indignar, animan debates sobre el significado de tal o
cual pasaje, e invitan a revisar la cinta. O sea, hay decir que Nolan
apela a la inteligencia del espectador, no subestima su capacidad de
esforzarse por entender, algo muy agradecible en el mundo de filmes
planos que habitualmente entrega Hollywood.
Las imágenes son de gran
belleza, los mundos que se pueden crear dentro de un sueño
sencillamente deslumbran, verdaderamente se puede innovar y crear con
los efectos especiales, véanse los momentos de no-gravedad,
pura magia. Pero además Nolan acierta en la definición
de personajes y conflictos, y en el atinadísimo reparto. El
drama familiar de Cobb -Leonardo DiCaprio, en otra historia "mental"
tras
Shutter Island, con su trastornada esposa, Marion
Cotillard, a la que no puede olvidar- se despliega con gran habilidad
gracias al personaje de Ellen Page, una universitaria brillante que
sabe adivinar lo que oculta a sus "compañeros de sueños",
o de su compañero de equipo interpretado por Joseph
Gordon-Levitt. Hay espacio para la sorpresa, y el modo en que
discurre el plan de "sembrar" en la cabeza de Fischer -bien,
Cillian Murphy- conduce a un clímax espléndido, de
inesperada poesía.